Que qué es la belleza, me preguntan. Que cómo se mide.
No tengo respuesta a tales preguntas, pues no considero un error haber nacido con ciertos genes, o con la nariz larga, o tener retención de líquidos. Tener mofletes menos rosados, una piel oscura, o un puente del pié muy marcado, o una talla 52… ¿Soy por ello menos bonita?
Heridas, huellas, marcas, recuerdos que se clavan en nosotros y salen al exterior. ¿Son eso errores? No, sólo experiencias vividas, sólo sabiduría. Pero para ellos no forman parte de la belleza, no son premios, no son recuerdos de victorias ganadas a la fragilidad de nuestra vida… sólo inútiles marcas que afean nuestra cambiante piel.
¿Quién decide si otro es bello? ¿Realmente tiene la sociedad la potestad de decidirlo..? ¿Por qué en la época de Rubens toda belleza universal era rubia y entrada en carnes, sin un solo rostro de melanina en su cuerpo? ¿Por qué la belleza clásica se medía en cabeza y proporciones? ¿Es la belleza un sinónimo de perfección? ¿Y la naturaleza, es bella? ¿Y ahora? ¿Es menos bello eso ahora?
Ahora.. la belleza es lánguida, seca, inherte y efímera. Es débil, enfermiza y quebradiza. Y es así para que se nos puedan vender creencias, cremas, ropa, zapatos… Es así para que queramos estrenar, sentirnos mal con nosotros mismos y para que envidiemos al de al lado.
La belleza universal es simple, pura, fractal, exacta, natural, reconocible, viva, tangible, palpable.. y está en todas partes.
Está allí dónde queramos verla, dónde sepamos verla…
Émile Zola (1840-1902) Novelista francés.
Y, he aquí, en unas pocas palabras, en lo que reside mi propio trabajo:
