Siempre he sentido que cada uno de nosotros tiene un poder especial, un don propio que debe descubrir y potenciar, para luego ofrecérselo a los demás de una u otra forma. A mi alrededor veo día tras día como mi gente querida llega poco a poco a esta meta, descubriendo y amando su camino, dándolo todo para ser sus mejores «Yo»-es.
Ya sea dándolo todo por otra persona, por otros seres, o decidiendo qué camino y con quién lo quieres caminar; cualquiera es válido si realmente es lo que te dice tu alma-mente. Porque ser fieles a nuestros propios propósitos, ser espirituales y guiarnos por nuestra propia moral, son las pequeñas grandes cosas que nos hacen ser felices día a día, sentirnos realizados.
También aprendí gracias a ellos que sin derrotas no hay luchas, no hay metas, no hay guerras ganadas. Hay que saber ganar, pero sobretodo: hay que saber perder. Porque asumir las derrotas y aprender de ellas es algo fundamental para seguir creciendo, día tras día.
Gracias a aquellos que creyeron en mí, y aún hoy creen, todo está en la mente, todo está en la voluntad y en saber recorrer tu camino, aunque no sea al ritmo frenético de los demás.
En la foto, Kris. Gracias a ella también por todo su apoyo.